Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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1287
Legislatura: 1888-1889 (Cortes de 1886 a 1890)
Sesión: 14 de diciembre de 1888
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. López Domínguez
Número y páginas del Diario de Sesiones: 12, 200-202
Tema: Interpelación del Sr. Romero Robledo sobre la solución dada a la última crisis ministerial

Voy a contestar con muy pocas palabras [200] al discurso que acaba de pronunciar el Sr. López Domínguez, y declaro que lo hago con temor, como siempre que del Sr. López Domínguez se trata, porque como me oye siempre con tan injusta prevención, tengo miedo de que no interprete mis palabras en el recto sentido con que las dicta mi buena voluntad y mi deseo. Precisamente lo que hice ayer, lo hice porque creí que era del agrado de S.S., y a pesar de ello resulta que se ha incomodado conmigo.

Al hablar de la significación que tenía en el Gobierno el señor general Chinchilla, no dije más que algunas palabras que bastaban para denotar que estaba perfectamente dentro del Ministerio, porque había venido a él con un objeto determinado, siendo claro y evidente que al entrar en el Gobierno asumía también la responsabilidad, no sólo de las reformas militares, sino de la conducta política del Gobierno.

Y como S.S. pidió la palabra cuando el Sr. Romero Robledo habó de la significación que podría tener en el Ministerio del general Chinchilla, creí que bastaba esto y que no debía yo decir más, porque supuse que S.S. tenía gusto en exponer lo demás que ha dicho esta tarde y que yo suprimí con ese fin.

Esto me pareció mejor; primero, porque como había de referirme a su persona, tenía miedo de hacerlo, no fuera que no acertase a complacer a S.S.; y segundo, porque yo quería pasar por lo que S.S. dijera. Por consiguiente, a la prevención que S.S. me tiene, yo correspondía con una gran sinceridad, con la sinceridad que siempre atribuyo a los actos y a las palabras de S.S.

Todo lo que ha dicho el señor general López Domínguez es exacto; no podía suceder de otra manera saliendo de los labios de S.S., y dados los antecedentes, las relaciones y la armonía que existía entre su señoría y el señor general Chinchilla. Es verdad que este señor general me preguntó si antes de aceptar podía consultar con S.S.

Yo le dije que sí, que lo veía con gusto. Consultó en efecto, y después me habló del patriotismo, de la abnegación, del buen deseo, de la buena voluntad con que el señor general López Domínguez se condujo en la conferencia que tuvieron, agradeciendo yo muchísimo la actitud que S.S. tomó en ese punto; y añadí: "pues ahora con más razón debe usted no oponer dificultad ninguna para entrar en el Ministerio porque de ese modo podremos conseguir dos cosas: llegar a la resolución del problema militar, que es el primer objeto que debe traer al Ministerio, y facilitar la inteligencia con esos elementos afines al Gobierno, que yo considero tan afines, que en realidad no hay nada esencial que nos separe, y que me extraña cómo están alejados de nosotros".

De suerte que lo que pasó fue esto, y estos dos objetos los que realmente trae al Ministerio el señor general Chinchilla, que es lo mismo que ha dicho el señor general López Domínguez, para lo cual creía yo, repito, que se había levantado a pedir la palabra S.S., y a quien yo no quería rectificar.

Ahora debo declarar más, y es, que yo, aparte de todo esto, no hubiera tenido jamás inconveniente en tener a mi lado como Ministro de la Guerra al general Chinchilla, conociendo como conocía sus opiniones políticas; porque si bien es cierto que, como S.S. ha confesado, siempre estuvo algo retraído de la política activa, porque ante todo y sobre todo ha sido siempre militar, no ha podido menos de tener inclinaciones políticas que le han puesto del lado del Sr. López Domínguez. No es, ciertamente, lo que se llama un político de oficio, porque el oficio suyo es el de militar; pero ha sentido esas inclinaciones que siente todo hombre que se interesa por la marcha de las instituciones y por el progreso de su país; y en nada perjudica a la significación del digno general Chinchilla que no esté al tanto de esas pequeñas diferencias políticas, de esos verdaderos tiquis miquis que a nosotros nos pueden separar; en lo esencial, en las líneas generales, está con el general López Domínguez, y como las líneas generales de la política del Sr. López Domínguez son las nuestras, son las del partido liberal, ha podido perfectamente el señor general Chinchilla venir al Ministerio dentro de esas líneas generales. Pero si además de esto trae otra misión, tanto mejor, porque es una misión que a mí me es muy simpática, y cuya realización veré con mucho gusto.

¿Qué ha visto en esto de particular el Sr. López Domínguez, ni por qué ha de oír y ver S.S. con prevención lo que yo diga y lo que yo haga? Créame su señoría; no corresponde con esas prevenciones a la sinceridad con que yo oigo siempre sus palabras y la buena voluntad con que veo sus actos. Y no tengo más que decir respecto a la significación del general Chinchilla.

Tampoco ha estado justo conmigo el Sr. López Domínguez al ocuparse del criterio que yo tuve para proponer a S. M. como Ministro de la Guerra al Ministro anterior. Ya expliqué aquí por qué tuve la honra de proponer a S. M. el nombramiento del dignísimo señor general O'Ryan. Había venido un momento desgraciado, porque no hay nada que yo considere más desgraciado que todo momento en que el Estado Mayor del ejército no se encuentra unido, sobre todo en cosas y cuestiones que al ejército se refieren; había venido un momento en que generales dignísimos, generales de mucho prestigio y que han prestado grandes servicios a la Patria, no estaban en la armonía en que yo creo que deben estar; y en aquel momento yo creí que lo primero que debía hacer, lo que constituía la necesidad entonces más apremiante, era buscar un instante de reposo, y procurar la calma y procurar la armonía entre todos los generales, y entendí que el Ministro de la Guerra que mejor podía realizar este fin era un general que no hubiese tomado parte ni a favor de los unos ni de los otros, en las cuestiones que se estaban discutiendo; un general que fuera exclusivamente militar, que no tuviera ninguna tendencia política marcada; sólo un general de estas condiciones me pareció a mí que podía proporcionarnos el reposo necesario para restablecer la calma en los espíritus y la armonía que siempre debe haber en el Estado Mayor general del ejército español.

Ésta era, pues, la significación del señor general O'Ryan como Ministro de la Guerra; y creo que no estará pesaroso el general López Domínguez del reposo que proporcionó su entrada en el Ministerio, porque los generales que antes no se entendían se entienden ahora, y yo creo que se entenderán siempre, en el bien del ejército y de la Nación. No ha decido, por tanto, hacerme cargos S.S. por esta propuesta que yo tuve la honra de hacer a S. M. la Reina respecto del dignísimo general O'Ryan, y que no tiene nada que ver con la que he hecho ahora respecto [201] del no menos digno general Chinchilla, porque éste tiene una significación política cuyas líneas generales son, como he dicho, las de todo Gobierno, las del partido liberal, hasta el punto de que siendo el general Chinchilla individuo de la alta Cámara, no ha opuesto jamás ninguna dificultad al Gobierno, antes por el contrario, ha estado siempre a su lado. ¿Qué inconveniente, pues, había yo de tener en que viniera a formar parte del Gabinete con esa misma significación política? Y mucho menos había de tenerlo si además creía, como creo, que podía servirnos de lazo de unión para que otros elementos de suma importancia, y de los que no nos separan grandes diferencias (pues yo no he notado ninguna ni aun en el programa que el Sr. López Domínguez ha expuesto esta tarde), viniesen a nuestro lado a realizar ese mismo programa, en el que sólo hay una cosa que S.S. se reserva para cuando se discuta el sufragio universal. Entonces discutiremos; pero entre tanto, estamos perfectamente juntos.

Tres cuestiones son las más importantes; la cuestión política, la económica y la militar. ¿Dónde hay diferencias en esas tres cuestiones? En puntos concretos, yo no he visto ninguna. Los problemas políticos se han resuelto de la manera que S.S. quería, y únicamente parece que hay alguna diferencia en cuanto al sufragio universal, respecto del cual dice S.S. que hablaremos cuando se discuta. Hable S.S. desde luego, si quiere, porque el proyecto está ya presentado.

Cuestiones económicas. ¿Qué diferencia esencial ha marcado S.S.? El Gobierno no quiso aceptar la autorización que ha recordado; pero eso no es bastante para que S.S. esté separado de nosotros; eso no es suficiente para establecer líneas divisorias en los partidos y para que S.S. continúe alejado del partido liberal, cuando en todo lo demás está conforme con nosotros. Nosotros hemos hecho todas las economías posibles. ¿Qué más podíamos hacer? Creo que es imposible hacer más en menos tiempo.

No tiene S.S. más que pasar la vista por las columnas de la Gaceta, que por mucho tiempo vinieron ocupadas con medidas para favorecer los intereses de la agricultura y para realizar las economías que eran posibles. En justicia, no se puede decir que el Gobierno no ha hecho todo lo que ha estado a su alcance en esa materia, como tampoco se puede negar la tendencia del Gobierno a continuar el camino emprendido. Todo lo que por decreto se ha podido hacer, se ha hecho, y lo demás está traducido en leyes, alguna de las cuales ha sido ya objeto de dictamen por parte de las Comisiones.

Respecto de las reformas militares, ¿qué diferencia hay entre S.S. y nosotros? Habrá alguna de detalle que S.S. puede haber discutido con su amigo el señor Ministro de la Guerra; pero eso no puede establecer diferencias que marquen líneas de separación entre S.S. y nosotros. Por consiguiente, yo no tenía necesidad de explicar lo que me parece mejor en labios de S.S., y no era preciso que yo lo dijera, porque S.S. lo ha dicho mejor que yo y con más autoridad, puesto que las cosas que a S.S. se refieren, S.S. tiene más autoridad que yo para decirlas.

Por lo demás, S.S. mismo lo ha confesado, porque no puede menos de dejarse llevar por la fuerza de la lógica, y la fuerza de la lógica le ha obligado a decir que no está separado del partido liberal, sino en la izquierda del partido liberal. Pues como en el partido liberal, lo mismo que en todos los partidos, hay derecha, hay centro y hay izquierda, en la izquierda le considero a S.S., y desde ahora dentro del partido liberal, hasta el punto de que, francamente, si mañana, cosa que no quiero que suceda, y hablo de mañana, pasado algún tiempo, el señor general Chinchilla dejara el Ministerio de la Guerra, es claro que yo no tendría inconveniente ninguno en que S.S. viniera a ocupar ese puesto, en la seguridad de que a nadie le había de chocar, bajo el punto de vista político; porque estando conformes, como estamos, en las líneas generales de la política, no parecería extraño que el señor general López Domínguez viniera a desempeñar la cartera de Guerra. ¿A quién le parecería impropio eso, ni qué exclamación necesitaría? Pues yo creo que no le chocaría a nadie y que no necesitaría explicación ninguna.

Juntos podemos estar S.S. y yo, dentro de las líneas generales de la política que S.S. y yo seguimos. Y si podemos estarlo S.S. y yo, mejor será esto posible entre el señor general Chinchilla y yo, que, por lo menos, tiene éste sobre S.S. la ventaja para este caso, ventaja que para mí no lo es, de que no ha reñido batallas conmigo como las que he sostenido yo con S.S. Pero se han reñido tantas batallas entre los hombre políticos, obligan a tanto las circunstancias, y exige tales sacrificios el patriotismo, que es el menor de los que en aras de aquél se pueden hacer, el olvidar las batallas que hayamos reñido los hombres políticos, los unos con los otros. Y yo tengo tan olvidadas las nuestras, siempre corteses, que hemos reñido durante algún tiempo, que, desde hacer ya mucho, no me acuerdo siquiera de ellas.

Una de las cosas que más me preocupan y que más siento por la injusticia que envuelve, es la prevención con que me oye siempre el Sr. López Domínguez, y aunque no sea más que para quitarle esa prevención, quiero que venga a mi lado, porque muchas veces las dificultades de la gobernación de un país, obstáculos que se oponen a ciertas soluciones, todo eso que no tiene para el que no lo siente la debida explicación, lo atribuye el Sr. López Domínguez a que yo no quiero hacer lo que prometo.

Si el Sr. López Domínguez estuviera a mi lado tocando esas dificultades y viendo estos obstáculos, tengo la seguridad de que esa prevención había de desaparecer; y como conviene que desaparezca para que se borre toda diferencia entre los liberales, yo, no sólo por el deseo de que no haya obstáculos que puedan estorbar la marcha desembarazada del partido liberal, sino por el cariño que siempre he profesado a S.S., a pesar de las prevenciones con que S.S. me ha correspondido, deseo que venga a mi lado para ver cómo hacemos desaparecer esas dificultades, y, aparte de que será muy fácil hacerlas desaparecer, venga su señoría, y verá cómo nos entendemos, lo cual, además de que S.S. y sus amigos pueden volverse si no nos entendemos, sería un paso conveniente para los intereses del partido liberal, para los intereses de la libertad y para los intereses del país. (Aprobación) [202]



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